Fuera los rosarios de nuestros ovarios
Ya intuíamos que poco le iba a costar al nuevo y flagrante Ministro de Justicia meter mano en la Ley del Aborto. Ley, que aprobó el Gobierno socialista casi in-extremis en su segunda legislatura. Cuando la bandera por la Igualdad ya no ondeaba como objetivo prioritario. Si es que ya se sabe, cuando los malos tiempos acechan, las mujeres a las cocinas.
Es un atraso histórico volver a la Ley de 1985 que defiende el derecho a la vida, porque favorece los derechos de un feto no nacido sobre la madre. Las mujeres volvemos a perder derechos básicos de ciudadanía. No voy a entrar en consideraciones morales sobre si la vida empieza en el momento de la concepción, o si a las 2 semanas o si empieza a las 10. Lo que está claro es que a esa hipotética madre que tiene que ver si va a ser capaz de ejercer la maternidad, única garantía de que ese o esa bebé tenga sus necesidades físicas y afectivas cubiertas es lo de menos en este asunto.
Es una barbaridad obligar a una menor de edad solicitar el consentimiento paterno o materno para poder interrumpir un embarazo no deseado. Las obliga y las condena a una maternidad no elegida y a la clandestinidad con gran riesgo para su salud y sus vidas.
Y tiene otra consecuencia más. El aborto es únicamente una cuestión que afecta a las mujeres. No se concibe como un asunto de dos.
La Ley socialista que únicamente era una ley de plazos tenía un aspecto muy novedoso. El propio enunciado de la Ley, “Ley Orgánica de salud sexual y reproductiva y de la interrupción voluntaria del embarazo” muestra cómo se concibe el aborto dentro de un marco más amplio como lo es la salud sexual y reproductiva de las mujeres, y por extensión de la sociedad. Y era muy esperanzador, porque el (estéril) debate sobre aborto sí o aborto no, está mal planteado desde su raíz.
No se trata de estar a favor o en contra del aborto, se trata de estar a favor de que las mujeres tengan la capacidad de decidir. De decidir sobre sus cuerpos, de decidir libremente sobre cómo quieren vivir sus vidas.
Muy buena reflexión, como siempre cuando lo que se plantea es la capacidad de la mujer a decidir sobre su cuerpo o su sexualidad, entra en el debate e imponen sus ideas la Iglesia, los grupos provida, los médicos, los jueces… Normalmente hombres con una actitud paternalista para los que la opinión de las mujeres no cuentan porque vuelven a infantilizarnos y se dice que este es un tema sobre el que la mujer no puede decidir porque somos el componente reproductor…
Nunca he llegado a entender del todo por qué el Estado y la Iglesia actúan como si fuesen los propietarios de nuestro útero… ¿es que nuestros cuerpos no nos pertenecen? Según la Declaración de los Derechos Humanos, toda persona tiene derecho a la integridad física, y pienso que estas legislaciones tan restrictivas sobre el aborto van contra ese derecho, ya que atentan contra la integridad de una parte de nuestro físico (en concreto, de nuestro aparato reproductor).
Totalmente de acuerdo contigo Olaya (bienvenida!). Con estas leyes nunca somos nosotras las que decidimos. Produce cierta tristeza tener que volber a algo tan básico como «nosotras parimos, nosotras decidimos» que debiera estar ya superado.