Solas (Benito Zambrano, 1999) La precariedad femenina y la mistificación de la maternidad #historiasdenuestrocine

1770_03Con la crítica de «Solas» de Benito Zambrano, termino ya esta apasionante semana que nos ha hecho recorrer cinco películas,  ‘Nada’, ‘Calle Mayor’, ‘Españolas en París’, ‘¿Qué he hecho yo para merecer esto!’ y ‘Solas´protagonizadas por mujeres y emitidas por el programa de RTVE 2 «Historias de nuestro cine»

En esta ocasión os voy a dejar el análisis de «Solas» que escribí en el año 2006 para mi Tesina o Trabajo de Grado que se tituló MUJERES Y CINE CONSTRUCCIÓN Y DESTRUCCIÓN DE LA IDENTIDAD FEMENINA EN EL CINE ESPAÑOL DE FIN DE SIGLO (1975-2005) bajo el siguiente epígrafe: 6.2.3 La subjetividad femenina al desnudo: Solas (Benito Zambrano, 1999) y Te doy mis ojos (Icíar Bollaín, 2004).

Y no os olvidéis ver hoy el debate tras la película!

Solas

Solas, ópera prima de Benito Zambrano, fue uno de los acontecimientos cinematográficos del año 1999 . Mediante dos retratos femeninos absolutamente desgarradores, Zambrano lleva a cabo un sincero y certero análisis de los personajes femeninos y de sus identidades en una Andalucía extrema, machista y empobrecida. Mucho más relevante que la trama -el embarazo de María (interpretado por una sobria y triste Ana Fernández), la estancia en el hospital del padre y la amistad entre la madre de María, Rosa (interpretado por María Galiana) con el vecino (interpretado por Carlos Álvarez-Novoa)- es el retrato psicológico que Zambrano traza de los personajes, especialmente de los femeninos.

El análisis se va a centrar en los retratos de madre e hija y en su relación, ya que así se puede ver cómo Zambrano ha construido los roles que sus mujeres representan, y que tanto conmovieron al público. María es una mujer joven que vive sola con su tristeza, a la que intenta alejar a golpe de güisqui. Sin estudios, sin una preparación específica malvive en un sótano húmedo con el poco dinero que le dan sus esporádicos trabajos como limpiadora. Llama la atención desde el primer instante la soledad de María que resulta una soledad escogida ya que en ningún momento demuestra intenciones de relacionarse con ninguna persona de su entorno, entorno por otra parte muy masculino, al frecuentar María el bar del barrio. Ni siquiera con las compañeras de trabajo comparte algo más que monosílabos. Sus relaciones afectivas se limitan a compartir sexo y poco más con un hosco y desagradable compañero, que en el momento en el que se entera del embarazo de María le deja bien claro que no tiene ninguna intención de formar ninguna familia con ella. El mundo y el entorno de María es un mundo duro, hostil y masculinizado, y su alcoholismo incide en estas relaciones frías y duras. Gran parte de la dureza y de la frialdad de María, que representa el rol de mujer extrema que roza el umbral de la pobreza y que sufre una descarnada soledad, se debe a la inexistente relación que tiene con su familia. El total desarraigo familiar es otro de los elementos que explican las actitudes y la dureza de su personaje.

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El director, coloca a María en una encrucijada vital a raíz de la repentina presencia de Rosa, su madre, que se encuentra en la ciudad con motivo de la operación quirúrgica a la que se va a someter su marido.

En Solas conviven dos generaciones de mujeres. Estos dos planos vitales permiten analizar las relaciones intergeneracionales entre las mujeres. Tema sumamente importante por lo que puede aportar a la construcción de una genealogía femenina propia, en este caso concreto, desde el punto de vista de la relación materno filial. El tema de la relación intergeneracional femenina es vital para la construcción de la identidad y de la subjetividad femenina. En España conviven un buen número de generaciones de mujeres, que han vivido situaciones vitales muy diferentes. Las abuelas o bisabuelas que vivieron los tiempos de la II República, de la Guerra Civil y de la feroz, miserable y represiva posguerra. Las madres y abuelas que crecieron en el opresivo ambiente de la dictadura, donde la feminidad se construía a partir de renuncias, de servicios y de un desconocimiento total de los temas sexuales, ya que la sexualidad femenina era sistemáticamente negada. Y las jóvenes que al mismo tiempo vivieron con esperanza la Transición democrática, como ya se ha comentado al efectuar el análisis de la película Asignatura pendiente (José Luis Garci, 1977); en cierta manera estaban obligadas a ser más libres. Y finalmente la generación de mujeres nacidas al albor de la democracia, y educadas, si no en una igualdad total, en un ambiente de relativa normalidad que vino de la mano de la educación mixta. El gran logro de esta última generación de mujeres ha sido el acceso a una educación superior, y la incorporación masiva al mundo laboral o del desempleo, con las consecuencias vitales que estos dos importantes hechos históricos han tenido, al superar las mujeres el ámbito de lo doméstico y de la conquista de un espacio público. Las vivencias que suponen estas realidades tan contrapuestas en un corto período de tiempo histórico como lo son seis décadas, merecen un desarrollo y un estudio propio que por obvias razones de espacio y de tiempo no se pueden incluir en esta investigación, pero sirva como apunte para posibles investigaciones futuras. No obstante, suponen el marco referencial para poder comprender las relaciones entre María, la hija, y Rosa, la madre.

Solas-tt0190798-1999-Benito-Zambrano-usEn el inicio de la película los personajes de María y Rosa son antagónicos para el espectador. Rosa, representa el rol de madre, de madre universal, de madre como sinónimo de mujer entregada al servicio de los demás. El espectador intuye lo que a lo largo del film se confirma, que Rosa ha tenido una vida muy dura al lado de un marido maltratador y poco responsable, que se gastaba el jornal en los bares jugando y bebiendo. A pesar de este sufrimiento, Rosa es una mujer serena y complaciente, como quien no espera nada de la vida, salvo disfrutar de los pequeños momentos. Es una mujer positiva, que encuentra la felicidad en los breves momentos en los que adecenta e ilumina el piso de su hija con el simple gesto de comprar unas flores, y que disfruta tejiendo chaquetillas para las vecinas del pueblo y para la hija del médico. Esa positividad del carácter de Rosa está muy relacionada con la resignación, ya que acepta sin alterar su ánimo tanto las críticas constantes de su marido, y los reproches de una hija que lucha por no parecerse a ella.

Rosa representa la identidad femenina de la dictadura fanquista. Esa identidad de las mujeres del pueblo, sabias a base de observar y sufrir privaciones y mala vida, y de las que pocas quedan. A lo largo de toda su vida ha asumido un rol de mujer pasiva y resignada a una autoridad patriarcal ejercida férreamente por su marido, una autoridad que se imponía porque sí, y a la que nadie se podía negar. Un detalle que ilustra a la perfección esta feminidad del pasado, es el hecho de que Rosa, en lugar de llamar por teléfono del bar del barrio, como le ha aconsejado su hija, no llegue a entrar en el bar al encontrarse éste lleno de hombres. Su reacción es la lógica de una mujer del mundo rural, en el cual la delimitación y separación de los espacios masculinos y femeninos forma parte de la organización social y vital. Las mujeres en la casa, y los hombres en el trabajo o en el bar.

No obstante, Rosa, cuyo nombre el espectador únicamente conoce al final, aspectosolas_benito_zambrano que incide por un lado en el clima general de dureza y deshumanización, y por otro en el poco reconocimiento de estas mujeres en la sociedad patriarcal y machista de los pueblos, vive una hermosa relación de amistad y de algo más con el vecino de su hija, de quien tampoco sabemos el nombre. La relación entre ambos, una de las principales aportaciones de la película, por su ternura, y por las pocas ocasiones en las que se han tratado las relaciones entre personas mayores en el cine español, significa la posibilidad de encontrarse con un hombre de una manera completamente diferente a las duras experiencias de Rosa con su marido. Rosa y el vecino se relacionan como amigos, como compañeros, y comparten con alegría los escasos espacios de tiempo que Rosa tiene. Incluso llegan a compartir cierta intimidad desde el momento en el que Rosa le socorre tras un problema intestinal. Pero esta relación que roza una ternura pueril, se rompe antes de empezar, con la recuperación del marido de Rosa. Desde el momento en el que el marido mejora de su dolencia le lanza a Rosa una frase tan brutal como “hueles a macho”, como si nada se le escapase a ese marido dominador y controlador, Rosa sabe que no podrá compartir más instantes con el vecino. Para el espectador resulta desolador ver cómo el vecino espera todo el día en la ventana para comer con Rosa. La decepción, la tristeza y la soledad del vecino conmueven especialmente.

Zambrano no es muy explícito al desarrollar la relación de Rosa y de su marido, pero por los breves apuntes y por las referencias a su convivencia en diferentes conversaciones el espectador posee las suficientes pistas para saber que la vida de Rosa ha estado marcada por el sufrimiento al lado de ese hombre. Son constantes sus frases de desprecio hacia ella. Le llama “vieja tonta” cuando se entera que está alojada en casa de su hija, algo bastante lógico en la situación de una madre que no ve frecuentemente a su hija y la encuentra demacrada, visiblemente desmejorada, y triste. La ve sonreírse y comenta “esta vieja está cada día más chocha. Ahora se ríe sola”. La única vez que el marido se dirige directamente a ella, es para preguntarle si él, a lo largo de su vida ha sido un hombre, se supone que refiriéndose a su hombría ya que al contestarle Rosa que algunas veces la ha pegado, el marido vuelve a la carga “vieja tonta, tú nunca entiendes nada”. En definitiva, el matrimonio de Rosa, se ha basado en una relación de poder, en la que el marido ostenta la fuerza y ella es la víctima sumisa que acepta todo lo que se le imponga con resignación, y la edad y el paso de los años, no han hecho sino perpetuar esa sumisión.Solas-Benito_Zambrano-1999-02

El tema de la maternidad recorre y vertebra toda la película, y las referencias a ella son diversas. Se habla de la maternidad como algo universal. Por un lado se manifiestan en la relación entre María y Rosa, pero existen ciertas imágenes, ciertos apuntes que muestran diversos retratos de madres que sufren. Por medio de breves pinceladas, como la madre que acompaña a su hijo drogadicto en el autobús, la madre que acude con su hija adolescente a la consulta de planificación familiar, Zambrano muestra a madres que sufren por sus hijos.

El personaje de María, la hija, representa el rol de mujer con escasa fortuna en la vida: nula formación, trabajo escaso y mal remunerado, novio machista, dominante y maltratador, soledad, alcoholismo… Pero ¿por qué se ha convertido María en una mujer insensible, sola y alcoholizada? Con la presencia de la madre el espectador va teniendo las pistas necesarias para entender cómo se ha ido construyendo María esa identidad que lleva a identificarla como un personaje desdichado y desgraciado. Desde el inicio del filme, se sabe que la familia de María es una familia dispersa. Al preguntarle el médico por el resto de sus hermanos, la respuesta de María es tajante: “han huido lo más lejos que han podido”. Esta huida responde, por un lado, a la situación económica propia del entorno rural del sur y, por otro, al mal ambiente familiar que reinaba en la casa, como el espectador podrá intuir desde el comienzo, y podrá ir comprobando con posterioridad. La frialdad define desde el principio la relación entre madre e hija, y se percibe en el ambiente la existencia de un pasado que a todos duele, y a María especialmente.

1770_01El personaje de María no se siente cómoda con la presencia de su madre, ya que es testigo de sus desgracias. A ninguna hija le debe gustar que una madre la vea viviendo en los umbrales de la pobreza, malviviendo en un húmedo bajo, sin una estabilidad laboral y afectiva, aspectos vitales importantes para una madre. En ningún momento buscará consuelo o protección en la figura materna y al igual que su padre aunque en menor medida y con menos brutalidad, existen momentos en los que no la trata bien. Se observa continuamente una tensión en María, un nerviosismo por no parecerse a su madre. En un momento en el que la madre la intenta aconsejar, María le pide “no me ponga su vida como ejemplo”. Incluso hay un momento en el que Rosa se revela ante el trato de María y le pide “Soy tu madre, respétame por favor (…), eres igual que tu padre. Todos los problemas los pagas conmigo”.

No obstante, dentro de la frialdad y de la dureza de María para con su madre, a medida que va transcurriendo el metraje, se observa cierto acercamiento entre ambas. El regalo del chaleco o incluso del cupón de lotería , suponen un cuidado por parte de Rosa, que María reconoce. Es muy significativo el hecho de que María le diga a su madre “Madre, me gusta como huele”, condensando en esa frase todo su amor y su cariño e, incluso, que acceda en un principio a ser la madrina de la niña de una antigua amiga del pueblo, gesto que realiza en gran parte por complacerla. Pero el momento en el que realmente recuerda a su madre es cuando llega a su casa y nota tanto su presencia por medio de las flores, de la mecedora, del sobre con fotos y dinero que su madre le ha regalado, como el vacío que provoca la ausencia.

La relación de María con su padre es una relación rota. No entrará a visitarlo al hospital hasta que no sea estrictamente necesario y, en ese momento, son latentes sus diferencias. El padre no quiere comer lo que María le ofrece, pero ésta, lejos de amilanarse como lo haría Rosa, le ofrece la comida a los compañeros de habitación. Este gesto, revela un auténtico pulso entre padre e hija, en el que la hija le demuestra que poco o nada le importa ya su autoridad. La influencia de la figura paterna en la vida y en la identidad de María es esencial. Tanto su madre como sus hermanos sufrieron a un padre maltratador y borracho, que cuando no pegaba a la madre pegaba a sus hijos. Su mentalidad patriarcal y machista impidió que su hija estudiara, como hubiera sido su deseo. La madre así se lo confirma al vecino: “María quería estudiar cuando chica, lo que pasa es que el padre no quería, ya sabes como son los hombres antiguos”. Como consecuencia de este irracional dominio María, al igual que sus hermanos, huyó del hogar paterno. No es difícil imaginar la violenta escena de la despedida en la que María rompió definitivamente el vínculo paterno filial y buscó una vida nueva en la ciudad. La frase “él y yo ya nos despedimos una vez y no creo que haga falta repetirlo”, ilustra a la perfección este aspecto. Uno de los principales temores de María ante su embarazo es precisamente parecerse a su padre, llegar a convertirse en una madre despótica y alcohólica, que no tenga nada que ofrecer a su hijo.

hqdefaultLa relación de María con su novio camionero es una relación basada en el dominio y en el machismo, reproduciendo así los patrones patriarcales sobre los que se ha construido la relación de sus padres. Su “novio” representa el prototipo de hombre rudo y machista que tiene muy claro que unas mujeres son para follar, y otras para casarse. Obviamente, en el momento en el que María le comunica que está embarazada -porque a él le gusta “follar sin condones”- después de afirmar “tú eres mi desgracia, tía”, le confirma sus deseos de que María aborte. La única responsabilidad que está dispuesto a asumir es el pago del aborto. Sus palabras son duras y violentas. Por un lado se muestra encantado de que el aborto sea gratuito: “Qué más quieres, rápido y gratis. Si las mujeres de hoy no os podéis quejar. Mi vieja de joven casi se muere de un aborto que le hizo una partera. Encima le cobró mil duros que en aquella época era un dinero”. Pero la humillación y el desprecio hacia María no tienen límites. Cuando María le confiesa su miedo y le dice que quiere tener el niño, su respuesta es la siguiente: “Si lo que necesitas es una polla, yo te presto la mía (…) Para ser madre hay que ser una mujer de una vez, y tú sólo eres media porque la otra media está alcoholizada (…) Si quieres un tío para casarte búscate a otro, porque yo paso”. Sus palabras no dejan lugar a dudas. Se desentiende totalmente de la suerte que pueda correr María, y le deja bien claro aquella afirmación tan antigua pero todavía tan instaurada en la mentalidad y en la subjetividad masculina, de que ciertas mujeres son para pasárselo bien, y otras mujeres son para casarse. O sea, se siguen rigiendo por el maniqueísmo de “o virgen o puta”. El camionero, representa todas las esencias del macho patrio. Chulería, dominio, suficiencia, desprecio por la mujer que le ama y desentendimiento de la responsabilidad que supone el embarazo de María.

La vida laboral de María, su fuente de supervivencia, es precaria. Trabajos esporádicos de limpieza que reflejan un mundo laboral inestable precario que la condenan a la inseguridad y a la pobreza.

Todos estos aspectos vitales, entorno familiar desestructurado, vida sentimental rota, precariedad laboral, inseguridad vital y miedo a afrontar un embarazo en soledad con tan pocos recursos económicos y anímicos agudizan el alcoholismo de María, su soledad y su tristeza. Llama poderosamente la atención, y sin duda influye en el ánimo del espectador, el hecho de que el personaje no comparta sus problemas con nadie. Será sólo al final de la película, cuando se confiesa con el vecino y afirma que en la ciudad “una no tiene con quien desahogarse. Se lo va guardando todo para una, y al final se le hace un callo en el estómago”. Así comenzará a romper la armadura con la que se ha protegido contra su soledad y su pobreza. Confiesa al vecino su miedo, y sus deseos de cambiar su vida: “Yo lo que quiero es que me digan que mi vida va a cambiar. ¡Tengo 35 años y quiero tener ese niño!”. Difícil deseo para una mujer con un horizonte vital como el de María. Pero Zambrano, quien no ha tenido ninguna compasión ni concesión para con sus personajes, al final del film, une las trayectorias vitales de María y del vecino, incluso parece que esta unión se produce en cierto modo por la intercesión de la madre, y permite el nacimiento de una niña mediante la asunción de responsabilidades del vecino, que se convierte en un “abuelo adoptivo”.

Ante esta resolución del conflicto, el personaje de María recupera la paz: “lo que se me ha quitado es el dolor que tenía más dentro, y las pesadillas”. El vecino sustituye la ausencia de la figura paterna y masculina en la vida de María y le otorga esa paz y serenidad de la que estaba tan necesitada. Al mismo tiempo, deja al espectador una leve sonrisa en los labios, ya que la creación del nuevo núcleo familiar formado por una madre joven, abuelo adoptivo y niña, suponen un claro cambio de rumbo en las tristes y solitarias vidas de los protagonistas, que lloran la muerte de Rosa.

1770_02Las aportaciones de esta película son diversas. Por un lado, incluye en la trama temas como el de la indefensión y pobreza femenina, la soledad y tristeza de la vejez, el desarraigo familiar, la pobreza, la relación intergeneracional entre madre e hija, que no habían sido tratados en el cine español con esa sensibilidad y esa profundidad con las que las trata Zambrano. Solas, es una película extrema que muestra dos contextos, dos generaciones, dos identidades femeninas, la de la madre y la de la hija, que cada una en su espacio, rural y urbano, luchan por sobrevivir.

Existe otro aspecto sobre el que merece la pena detenerse. Además de realizar un retrato de la feminidad, desde el punto de vista de la maternidad, también refleja un retrato de la masculinidad. Zambrano presenta retratos masculinos extremos, como el personaje del camionero que deja embarazada a María, y el dueño del bar, cuya insinuación sobre sus necesidades sexuales mientras su mujer guarda la cuarentena por parto, son brutales. Frente al camionero, frente al padre de María y el marido de Rosa, se encuentra el personaje del vecino, cuyas virtudes (compañerismo, ternura, amistad, independencia) se ensalzan ante los modelos masculinos retratados. Si bien los retratos sobre la masculinidad que se trazan en Solas coinciden con muchos hombres en la realidad, también son muchos los que llegan a responsabilizarse de sus hijos, y que respetan la cuarentena de sus mujeres, por poner ejemplos que se adecuen a la película.

Ya se ha comentado el gusto del director por insinuar, por mostrar a partir de breves pinceladas, perfiles de madres que sufren. Toda la película, como se deduce de la dedicatoria final “A mi madre, a todas las madres”, supone un claro tributo a la maternidad. A lo largo de toda la película están implícitas, también, las relaciones entre el campo y la ciudad, que simbolizan dos mundos opuestos, la desestructuración y la pobreza de ciertos barrios andaluces. Es por ello que Solas resulta una película esencial para analizar el tema de la construcción de la identidad femenina, ya que ofrece dos retratos de mujeres duros, extremos, pero totalmente necesarios para entender a la generación de madres y esposas sacrificadas que sufrían a maridos maltratadores, jugadores y borrachos porque era lo que se esperaba de ellas, porque era lo que tenían que hacer. Es útil para analizar las consecuencias que la actitud de resignación ha tenido en sus hijas, y para entender a todas las mujeres a las que la vida no les sonríe; que viven en los umbrales de la pobreza, que se sientes defraudadas, tristes y que, resignadas viven con grandes dosis de amargura.

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