Canciones sexistas (I). Una de payasos de la tele

Pierre Bourdeau en su destacable obra «La dominación maascunina» (Anagrama, 1998 con traducción de Joaquín Jordà) definía la violencia simbólica como una violencia referida a “las formas de violencia no ejercidas directamente mediante la fuerza física, sino a través de la imposición por parte de los sujetos dominantes a los sujetos dominados de una visión del mundo, de los roles sociales, de las categorías cognitivas y de las estructuras mentales”. Las canciones son un eficaz instrumento para trasmitir una visión concreta de la realidad. La música, las canciones tienen la capacidad de transportarnos a épocas pasada y nos trasmiten recuerdos, sensaciones e incluso olores. También trasmiten mensajes e ideología.

Los payasos de la tele lo tenían muy claro cuando hace más de tres décadas, todavía en blanco y negro y por uno de los dos únicos canales que existían entonces explicaban las razones por las que las niñas no podían jugar:

Las niñas no jugaban porque tenían que planchar, tejer, coser, bordar e incluso rezar. Creo que ninguna de las niñas que pegaban las pestañas delante de la tele mientras cantaban con energía la básica coreografía de la pegadiza canción tejieran o bordaran. Únicamente merendaban tras venir del cole, con unos payasos que tenían el cuajo de cantar tamañas barbaridades.

Hasta aquí, lo normal, una canción sexista que trasmite roles de sumisión a la que sobrevivimos sin excesivos traumas. El problema surge cuando pasados los años, Miliki en un horrendo disco dedicado «A mis niñOs (masculino genérico) de 30 años» intenta enmendar la plana y adaptar la versión a los nuevos tiempos.

Vamos, la niña no se convierte en niño sino en marido (!!¿¿), un pobre marido que quiere correr, ir a jugar al billar, ir a tomar un vinito, echarse un rato, pescar o jugar con su equipo. La corrección política termina reforzando un orden patriarcal que convierte a los hombres en maridos que no pueden disfrutar de su tiempo libre de machos (los machos juegan al billar, se toman vinitos y pescan) porque no hacen más que trabajar en el hogar. Lo que es a mí, me angustía pensar en la vida de ese pobre marido que se ha quedado sin vida por una esposa que no se menciona pero cuya sombra es alargada, tanto que le obliga a pasear con ella…