Españolas en París (Roberto Bodegas, 1971) del pueblo a París, a servir #historiasdenuestrocine
No recuerdo muy bien cuándo fue la primera vez que vi Españolas en París, pero ya hará unos cuantos años. Comenzaba con esto del cine español y los feminismos y vi la película atraída por el título. La primera película de Roberto Bodegas rodada en Paris en 1970, una década después de que el cineasta emigrara a la misma ciudad, narra la historia de un grupo de personajes, sobre todo femeninos que han dejado sus familias y sus pueblos para trabajar en París como asistentas y criadas. Y es una película brutal, de esas que llegan y sorprenden. Porque antes de ver la película, apenas tenía idea del gran número de mujeres jóvenes que trabajaban en Francia en el servicio doméstico.
Españolas en París está producida por José Luis Dibildos, y entra en lo que sé dio en definir como «tercera vía» del cine español , aquel que no era destape puro y duro, ni cine metafórico o intelectual, a saber, las opciones mayoritarias. Y es que la película desde un punto de vista crítico se preocupa y denuncia la situación de estas trabajadoras incidiendo desde y mostrando la preocupación de las señora francesas por sus criadas. Existen programas de radio que hablan «del problema humano de las criadas españolas» y lo relacionan con que éstas son mal organizadas, usan transistores, tienen visitas, son caprichosas y tienen actitudes incontroladas por ¡¡¡su origen árabe!!! o cursos a los que acuden las señoras francesas en los que les aconsejan darles afecto a sus criadas para que «sus hogares no se llenen de reivindicaciones» Incluso una señora española de visita en París, interpretada por Enma Cohen se queja de que en España no hay criadas porque están todas en París o en las fábricas. Encima les pagan una barbaridad así luego son capaces de exigir mejoras laborales. pinceladas como un artículo sobre los estragos de la heroína y una secuencia en la que Manolo (Máximo Valverde) increpa a un coche alemán que ha sido construido con manos españolas nos remiten también a una lectura de la realidad nada complaciente.
En este ambiente viven diversos personajes femeninos como los de Isabel (Ana Belén), Emilia (Laura Valenzuela), Francisca (Tina Sáiz), Dioni (Elena María Tejeiro). Cada uno de ellos tiene su historia, pero están en París para mandar divisas a España. Francisca sólo aguanta en París cinco meses, trabaja un hogar regentado por unas monjas. Tiene que pasear a unos perros gigantescos. No es excesivamente feliz, pero le encanta viajar en metro porque está lleno de luces. Deja París con un bote de Nescafé debajo del bajo, porque como ella misma afirma, aunque en España exista el Nescafé, en su casa no lo saben. Dioni se ha dedicado a ahorrar para ir pagando a plazos la televisión y la lavadora, junto a su novio que está trabajando en Alemania. Apenas ha pisado las calles de París, ya que en su tiempo libre cose sin cesar su vestido de novia y su ajuar. No derrocha alegría precisamente cuando su novio viene a buscarla.
Emilia fue a París de «viaje de novios», aunque el novio estaba casado. Es uno de los personajes más transgresores. Las mañanas que tiene libres, en lugar de ir a misa como el resto de sus compañeras, se dedica a vestirse de francesa y ligar con hombres españoles que están trabajando en París y vienen de paso. Se siente muy cómoda y asume la figura de «la querida». Es la que se siente más libre de todas, y desde luego, la más moderna. No es una «buena chica» y aunque como todas las mujeres de la película necesite una relación con un hombre par tener reconocimiento social, no se resigna.
Isabel, la protagonista principal ha venido del pueblo para ganar dinero para que su hermano estudie y es que aunque ella es la mayor, en su familia ni siquiera se han planteado que sea ella quien estudie. Isabel no lo puede explicar mejor «las mujeres al fin y al cabo con saber un poco…yo estudié hasta los 13, pero un hombre sin estudios…». Se enamora perdidamente de Manolo, quintaesencia del macho español, quien le promete que dejará a su novia, una «muy buena chica» que trabaja en el Corte Inglés y que está ahorrando para comprarse el piso y poder casarse, pero finalmente la abandona. La secuencia del intento de aborto encima de un plástico en la mesa de la cocina a cargo de dos señoras mayores caracterizadas como brujas debería ser de visión obligada para cualquier persona que esté en contra del derecho de las mujeres a decidir. Al final, Isabel se rebela, grita y llora, no quiere abortar como le está imponiendo Manolo.
Su mirada altiva, desafiante, orgullosa y directa al público merece su lugar propio en nuestro cada vez extenso universo de heroínas y mujeres fuertes.
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Es una película que empecé a ver pensando que sería del estilo de «Cine de Barrio» y me sorprendió muchísimo, no me podía creer que en 1970 en España se hubiera hecho una peli tan transgresora, flipé con Laura Valenzuela, siempre la había visto como un personaje casposillo (perdóname Laura!) y me encantó ese final (spoiler) con Ana Belén tomando las riendas de su vida.
¡Cuanta gente debería verla para recordar de donde venimos!
Besos
Ada
Sí, a mí la primera vez me pasó lo mismo que pensaba que era una «españolada» y que para nada…
Tenemos que revisar desde luego nuestra relación con nuestro cine!
Beso
maría